El club de la torta de queso



No recuerdo muy bien si era yo quien estaba despechado o era mi amiga. O si éramos los dos. Pero lo cierto es que nos reunimos para conversar, desahogarnos y comer. Pero de estos temas no se puede hablar frente a un plato de pasta, así que lo correcto era un postre.

Los platos dulces tienen la cantidad de azúcar necesaria para subir la glucosa en la sangre y aumentar las sonrisas en las caras.

Después de comernos una torta de queso (o cheesecake, para los más anglos), nos sentíamos mejor. Así que decidimos que lo correcto era que cada vez que alguno necesitaba del apoyo, nos reuníamos a comernos una torta de queso y conversar.

Pronto agregamos a una nueva integrante e hicimos de esas comidas unas reuniones de apoyo. Se convirtieron en sesiones de ayuda mutua. Se hicieron más recurrentes y no sólo servían para hablar de nuestros problemas, sino de nuestros aciertos, de nuestros éxitos.

Así logramos no sólo relajarnos, sino mantener nuestra amistad. Es bien sabido que la amistad es como un carro: necesita un constante mantenimiento. De lo contrario, se daña, se gasta, se acaba.

Por eso creo que todos deberían tener su propia versión del club. Hay quienes hacen clubes de lectura, otros de bebida, otros de juegos deportivos e incluso religiosos. Creo que todos deben mantener a sus amigos cerca, para no perderlos y contar con ellos en las buenas y en las malas. Y, si es posible, tener dulce provecho



Publicado el 25 de junio de 2o1o

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