Amigo o enemigo


Mi hermana me ha dicho que cada vez que me encuentro a un profesor que me haya dado clases, me emociono como el perro de Pavlov cuando sonaban la campana. Eso es muy cierto. El cariño que les guardo hace que suceda así.

Así que cuando vi a uno de mis profesores favoritos de la universidad, no dudé en salir corriendo detrás de él para saludarlo. Emocionado, le pregunté como estaba, a lo que respondió "¿Tú eres mi amigo o mi enemigo?" Le contesté que era su amigo. Él se alejó y me dejó solo, para mi sorpresa.

Claro que debí sospechar que algo andaba mal cuando me preguntó si era su enemigo. Nadie se saluda así. Nadie que yo conozca. A menos que sea algo muy moderno y que yo, como nunca estoy a la onda, pues no lo sé.

Alguien me ha dicho que le reste importancia, que yo fui quien saludó. Pero sí le doy importancia pues siempre he pensado que las amistades no se pueden acabar así como así. Debe existir un procedimiento: una pelea, luego el quiebre y, finalmente, la posible reconciliación (no siempre sucede)

Pero en caso de que sea unilateral el asunto, es necesario que la persona que haya decidido romper relaciones haga que la otra persona lo sepa. Existen mil maneras de comunicarlo: una carta, un insulto en la calle, un mensaje de texto, un graffitti en una avenida muy transitada. Hay que saber usar la imaginación y así la otra persona no pasará un bochorno. Por ejemplo, "Pérez ya no quiero que la gente me vea contigo porque no te bañas", "Pedro no quiero ser tu amigo porque eres una m!erd@ de persona" o "Juana no podemos seguir perteneciendo al mismo grupo porque ya sé que te acuestas con mi marido y te robas los lápices de la oficina"

Es necesario siempre agregarle la razón siempre. De esa manera, la otra persona sabrá si falló y no volverá a cometer el mismo error. Por eso, me sentaré a esperar por el mensaje que me diga por qué mi profesor no me saluda. Mientras, seguirá siendo mi amigo, a pesar de todo.

Publicado el 14 de octubre de 2o1o

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