Del bueno

El viernes de la semana pasada me encontraba yo estudiando, cuando de pronto algunos estudiantes comenzaron a protestar pacíficamente en las afueras de la institución académica. Dentro, se escuchaban sus consignas y nada más. Todo muy calmado hasta que comenzaron a quemar cauchos.

Yo odio que la gente queme cauhos porque soy asmático, huele feo y es medio chusma. Pero como dentro de los salones no entraba el olor, no me preocupé. Sin embargo, muchos estudiantes se comenzaron a ir para sus hogares. "Cobardes", pensé, además de locos de remate. Me parecía que lo más natural era esperar hasta que se calmara la situación para salir con tranquilidad.

Entonces, se escuharon disparos. "¡Perdigones!", gritó uno. Me alegré de no estar en la calle y haber esperado pacientemente. De pronto, llegó una profesora y anunció que las clases se habían suspendido. Acto seguido comenzaron a salir corriendo los alumnos de los salones, todos tosiendo.

"¡Exagerados!", pensé mientras un compañero de clases me gritó "¡Vámonos!" y aunque intenté explicarle que prefería esperar un poco, huyó. En ese momento mi garganta me comenzó a molestar y mi nariz me comenzó a picar, mientras mis ojos comenzaban a soltar lágrimas incontenibles que hacían que mi piel ardiera. "¡Gases lacrimógenos!", comenzó alguien a vociferar al tiempo que todos corriamos huyendo del gas que llenaba los pasillos.

Algunos se fueron hacia la calle, lo que me pareció estúpido porque de allí provenía el gas. Otros nos reunimos en el salón de profesores a llorar. Era increíble, todos llorábamos como si fuéramos las protagonistas sufridas de alguna novela rosa mexicana. A mi izquierda estaba una profesora con una crisis de asma y a mi derecha un tipo que creo que aprovechó la ocasión para desahogar un sentimiento guardado (era el único que lloraba a moco tendido). Todos teníamos miedo de salir ante el temor de ser más afectados.

Como si de Godzilla se tratara, nos quedamos inmóviles, hasta que la puerta se abrió de pronto. Un muchacho con los ojos secos, sin rastro alguno de haber soltado una lagrimita preguntó "¿Aquí está María?", "No, ¿todo está bien afuera?" preguntó un profesor, a lo que el chamo respondió "Sí, ¿no han visto a María?" Nadie respondió y comenzamos a salir hasta reencontrarnos con nuestras amistades.

La protesta había terminado. Todos comentaban lo ocurrido, mientras no paraba de pensar que si ese era un gas del bueno, entonces no quiero conocer al malo.

Enviado originalmente el 29 de enero de 2oo9

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