Comiendo con el enemigo



La hora de la comida es sagrada. Algunos dicen que no se debe hablar durante las comidas, la verdad no sé por qué, si a mí me parece un momento ideal para ponernos al día con otras personas. Además, es el momento de contarnos aquellas cosas que no se hablan en la oficina o salón de clases.
El único detalle es que se deben cuidar los temas de conversación. Por ejemplo, es inadecuado hablar de diarrea mientras se consumen unos frijoles, o hablar de lo terrible que es matar a una vaca mientras estamos en una parrilla, de que los chinos comen carne de perro al ingerir arroz frito o de que Mc Donald's hace sus hamburguesas con lombrices mientras estamos en uno de esos restaurantes.
Por alguna extraña razón, en mi familia no se respeta esa regla. Siempre sale un comentario que te puede quitar el apetito. Uno se adapta con el tiempo, haciéndose inmune a cualquier cosa. Es tan común el hecho que es costumbre. Incluso se hace a propósito.
Sin embargo, una cosa es que lo haga un familiar de confianza y otra cosa muy distinta es que lo haga alguien que no conoces.
En estos días estaba con mi hermana y su esposo comiendo en una feria de comida internacional. Mientras disfrutábamos nuestro almuerzo, se estaba dando una charla por el chef industrial de Kellogg's. El señor en cuestión soltó la siguiente perla "¿Qué saben ustedes si lo que se están comiendo no se le cayó al cocinero en el piso?"
Los tres nos miramos como diciendo "¿Por qué hace eso?" Pero como teníamos hambre, continuamos en nuestra operación alimenticia. Así como siguió el señor con otra idea "¿Cómo saben ustedes que quien cocinó su comida se lavó las manos? ¿Y si las tenía sucias?"
Miramos nuestros almuerzos e indignados seguimos comiendo mientras siguieron los comentarios desagradables y uno que otro tema que nada tenía que ver con la comida. Hasta que retomó su monólogo del horror y dijo "Una vez fui a una cocina en la que había chiripas"
Mi hermana no terminó su comida, mientras que mi cuñado y yo nos terminamos nuestros platos. La charla terminó al momento que nos fuimos a comprar el postre. Había una gran variedad, pero terminamos comiendo unas donas. Sabes, esos dulces redondos con gran cantidad de grasa y carbohidratos, innecesarios para nuestro cuerpo, son cocinados en lugares poco salubres con manteca animal reutilizada dos mil veces.


Enviado el 3o de mayo de 2oo9

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