Entre George Clooney y 40 gatos



Un día tomas el coraje necesario para invitar a esa persona a salir. Te sientes libre, eres el ser más valiente del planeta. Esa persona acepta. Te conviertes en el ser humano más feliz sobre el globo. Todo parece que va a tu favor. Pero podría pasarte como a mí.

Llegamos al restaurante, mientras de mi cara salía una rebosante alegría. Pero no con una sonrisa cualquiera, sino una de esas sonrisas que ponen los estúpidos cuando creen que están logrando algo bueno. Exactamente como yo me sentía en este caso.

Apenas cruzamos la puerta, la conversación que ocurrió fue algo así como:

-¡Cómo detesto que no me contesten los mensajes de texto!

-Llama, siempre es más eficaz

-Prefiero los mensajes. Es que estoy hablando con alguien que me gusta

De pronto, sentí como si un gong hubiera sonado justo en mi oreja. Si mi vida fuera una telenovela, ese momento sería el final de algún capítulo. Pero como mi vida es más un sitcom que otra cosa, todo continuó.

Mi cara se volvió estoica. Mi sonrisa se fue a un mejor lugar. Mis ojos se fueron hacia mi teléfono celular. De pronto el mensaje era conmigo, pero mi teléfono estaba tranquilo, insonoro. Mi mente no me era de gran ayuda, sólo podía escuchar una voz en mi cabeza que decía "¿Qué hago aquí? Debería dejar de perder mi tiempo. Debería irme"

Pero no podía ser tan obvio. Llevaba mucho tiempo sin emitir sonido, lo que ya pintaba extraño. Así que dije:

-Quizás no le ha llegado el mensaje. Por eso yo prefiero llamar

Lo que pedimos para comer no lo recuerdo. Me convertí en la persona más callada del planeta. La voz en mi cabeza continuaba sin ayudarme, ahora decía "Es en serio, ¿qué hago aquí? ¿Te das cuenta de que tú -o sea, yo- invitaste y que tienes que pagar? Pude haberme ahorrado ese dinero. Pudimos habernos ahorrado ese dinero ¿Y por qué estoy hablando en tercera persona conmigo mismo? ¿Será que esto es lo que necesitaba para confirmar que me volví loco?"

Después de culminar la comida y prometer una nueva salida, me puse a pensar que tal vez me quede solo. El problema es que es bien sabido que sólo hay dos tipos de solteros: 1) los que parecen inalcanzables, que exudan sensualidad y se vuelven cada vez más interesantes; y 2) los que tienen 40 gatos.

El problema está en que con las entradas que me están saliendo en la cabeza, la primera opción se está poniendo difícil. Pero con el destino no se puede pelear. Comenzaré a coleccionar mininos. Dios, con lo que detesto el olor de su orine.

Posteado el o8 de julio de 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

te quiers quedar solo porque quieres porque aqui estoy yo para hacerte compañia.