Luis Alejandro



Aquella noche llegué tarde a la casa, cansado. Me cambié a mi ropa para dormir y a esperar que Morfeo me llevara en sus brazos. De pronto sonó el teléfono. Como no estaba esperando ninguna llamada y mi hermana se encontraba en el octavo mes de embarazo, supuse que sólo podía ser ella. Sí lo era, atendí y me dijo "Rompí fuente"

Me vestí con lo primero que encontré y me dispuse a buscar a mi tía, mi abuela y mi padre. Todos estábamos emocionados por estar en el nacimiento. Personalmente, quería estar primero que nadie. Mi papá no pensaba lo mismo, así que me hizo manejar a la velocidad de un caracol.

Llegamos a la clínica y ya allá estaban mi mamá y la familia de mi cuñado. Nos dijeron que sería un parto natural y que se daría en más o menos unas siete horas. Al rato, nos dijeron que no, que sería cesárea y que se realizaría en una hora.

A mi hermana la pasaron a pabellón y la acompañó mi mamá, quien es enfermera (muy a pesar de que ella no quería estar allí, pero luego cambió de idea) Esperamos y esperamos hasta que salió el bebé. A riesgo de sonar a cliché: era el bebé nacido a esa hora más hermoso del planeta. Nos abrazamos de alegría.

Después de un momento, salió mi hermana, quien nos hizo señas tratando de decir que el niño era cachetón, como ella. Todo estaba en orden. Y todos estrenamos título: mis padres se convirtieron en abuelos, al igual que los padres de mi cuñado. Mis concuñados y yo también nos convertimos en tíos. Todos por primera vez.

Mi hermana y su esposo también estrenaron el título de padres. Así que eso puede dar una idea de como será consentido ese niño en un futuro.

Publicado el 26 de agosto de 2o1o

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