Te ves bello, atiéndeme

Detesto ir a los bancos. Pero a veces es un mal necesario. Me tocó ir a un banco donde sabes que perderás la juventud. La última vez que fui no había aire acondicionado, así que me preparé sicológicamente.

Entré y hacía mucho frío. Ya habían reparado todo y yo me comencé a congelar. La cola era muy larga. Cuando sucede eso, solamente queda una cosa: mirar alrededor y ver a quienes sufren igual.

Por ejemplo, el señor que estaba a diez personas de distancia tenía todo el aspecto de un malhechor. Sólo podía esperar que en algún momento dijera "¡Esto es un asalto!" Y lo peor no es que me robara, sino qué me iba a robar. En vista de que no tenía dinero, sólo me podía robar ideas.

El cajero del medio intentaba arreglarse la corbata, pero debería dejar eso para después. O para otro día. La cola no avanzaba porque él se quiere ver mejor, sin darse cuenta de que tenía la camisa manchada con salsa. No entiendo como la señora que está frente a él no le decía "Te ves bello, ahora atiéndeme"

La señora que tenía adelante era pequeña, sus dientes eran filosos, estaba algo jorobada, tenía la voz chillona y el cabello alborotado. En pocas palabras, todo el aspecto de un gnomo o un trol.

De pronto, un niño gritó con todo el aire de sus pulmones. Como si alguien lo estuviera tratando de matar. Todos nos volteamos a ver la escena del crimen, para notar que el pequeño sólo estaba jugando.

Pensé que de pronto y estaba soñando. Todo estaba muy bizarro. Tal vez, como en la película Inception, sólo debía morir y así despertaba en mi realidad. El único detalle es que no sabía como hacerlo. A menos que insultara al probable asaltante.

Una hora después, llegó mi turno. Saludé a la cajera, quien hizo un murmullo que supongo que traducido a algún idioma indígena significa "Buenas tardes". Luego, me dio el dinero en muchos billetes de baja denominación.

Aparentemente, ella también me observó y tengo la apariencia de alguien que se la pasa en clubes desnudistas.

Publicado el 17 de agosto de 2o1o