Bootilicious

Cuando vi que el perro me iba a morder no pensé todo lo que vendría. Sólo quería que no me mordiera el brazo. Ya me había mordido un brazo previamente el mismo perro. Así que me volteé esperando lo peor. Me mordió la nalga izquierda.
Que me mordiera allí no era problema. Ya una vez un perro me había mordido la derecha. Así que éste sólo vino a emparejar la cosa. A equilibrar mi diseño corporal. A hacerme más simétrico.

Al día siguiente, lo admito: sentarme dolía un poco, pero de resto podía correr, caminar, saltar. Una cuña de toalla sanitaria se queda perpleja ante tanto movimiento. Pero eso no era todo.

Yo no dije nada, pero mi familia lo dijo todo. "¿Cómo sigues de la mordida?" me preguntó el gerente de una compañía de seguros. "Bien", dije. Pero cómo era posible que lo supiera.

Cuando fui a otra compañía, el gerente estaba recibiendo la noticia "¿Supise lo que pasó con Ciro, que lo mordió un perro?". No había pasado medio día desde el acontecimiento y ya todo el mundo tenía que saberlo.

En la tarde de aquel día, mientras entraba al negocio de mis tíos, escuchaba que le estaban echando el cuento a un muchacho que ni mi nombre se sabe "...y el perro no lo quería soltar", le contaba mi tía al joven.

Lo cierto es que esa noche, el perro volvió a buscarme. Pero no te preocupes, que yo no estaba en el lugar. El perro me buscó y olfateó por todas partes. A mi familia le pareció que le había quedado el gustico. Yo, que comprendo mejor a los animales, entendí mejor al perro. Es que ya quisiera Jennifer López que la persiguieran así.

Enviado originalmente el 21 de julio de 2oo8

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