Conchita te lo agradecerá

Diciembre es un mes mágico. Todos regalan, todos reciben. Es el mes rojo, verde y blanco. Santa hace su vuelo a la velocidad de la luz para llevar regalos a todos los niños del mundo en una sola noche. Todo junto a la costumbre más navideña de todas: el cochino. No hablo del pernil y su particular sabor, sino de ese cochino que pone todo comercio para que le colabores a los trabajadores.

Hay cochinos feos, con mal gusto. Alcancías de plástico puestas sin mayor detalle y que -en el mejor de los casos- le rayan algo con marcador indeleble. Por lo general, "Dame mi aguinaldo" Pero no me da la gana regalarle a un cochino tan cochino.

También están los que adquieren una apariencia y personalidad. Así, si es una bisutería, será una cochina muy arreglada con muchos collares. Los hay con cabello largo, sombrero, vestimenta y zapatos adecuados.

Son muy bonitos. Están hechos para llamar la atención e invitar al cliente a depositar algo.

Pero si te haces el musiú, entonces, el cochino cobra vida. El vendedor comenzará a mover el cochino en la dirección en que te encuentres. Si continúas como si nada, entonces aclarará su garganta. Si le dices algo como, "Necesitas un Halls", caíste. Porque le buscaste conversación y el vendedor no perderá la oportunidad de decirte "¿Y no quiere aportar nada para Conchita?". La alcancía se llama así.

Puedes hacer como que no entiendes, pones cara de incomprensión, cara de no conozco a ninguna Conchita. Pero es peor, el vendedor menará la alcancía en tu cara, la señalará y dirá lentamente "Con-chi-ta" Como si le estuviera enseñando español a un asiático. Como si decirlo más lento afloja tu bolsillo.

En ese momento, es cuando yo me pongo a ver el vuelto que se encuentra en mi mano, busco entre las nuevas monedas venezolanas, veo aquellas cuyo valor nunca aprenderé y coloco en la ranura de Conchita una. Sonrío al hacerlo, como si estuviera realizando una buena acción. Y mientras la moneda cae, me pongo a pensar cuánto me costó ganarmela y que no fue por limosna.

Todos los trabajadores dicen gracias al mismo tiempo con desgana e hipocresía. Así no provoca darle nada a nadie, son tan ingratos.

Enviado originalmente el 24 de noviembre de 2oo8

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