En el banco

Ir al banco es algo tan común, con su gente común, siempre hablando de lo mismo, deseperados porque no llega su turno. Pero cuando vas un día en que los pensionados están cobrando, todo es distinto porque hay menos taquillas.

Llegas, tomas tu número y te das cuenta que faltan 900 números para que pases a la caja. El tiempo parece pasar más lento (aunque eso es bueno para los pensionados, creo)

Entonces, están las conversaciones de siempre. La señora que se queja porque no termina de entender los nuevos billetes, el señor que pelea para que nadie se colee, la chama sifrina sin bolígrafo para llenar la planilla, el tipo hablando por teléfono a todo pulmón y la pareja que despotrica de los cajeros porque son muy lentos.

Pero, al lado ocurre una conversación típica en cualquier lugar del mundo. Una señora mira con asco a una segunda y cuando la segunda voltea, la primera sonríe de manera hípócrita, tan exagerada la sonrisa que se le arruga la cara como una pasa, y dice:

-Hola, María. Tiempo sin verte -y suelta el veneno: Estás gorda.
-¿Perdón? -dice María haciéndose la loca, como que no escuchó bien y dándole una oportunidad a la primera para rectificar.
-Que es--tás--gor--da -vuelve la primera y lo dice con pausa, para que María entienda mejor, como si fuera sorda o lela.
-No, no estoy gorda -miente María- Estoy llena de un excedente de belleza

La primera vuelve a sonreír de manera hipócrita, arrugando aún más su cara, y María aprovecha y le dice:

-Oye, pero tú sí te ves vieja. Desde que te dejo José te abandonaste.

La primera sigue con su sonrisa forzada, su cara arrugada al límite y le contesta:

-Ya vengo, que todavía falta para que llegue mi número.

Ante tanta mentira junta, tanta falta de honestidad, me pregunto, por qué sencillamente no se dejan de saludar y punto. Si tanto se odian para qué fingir. Y lo peor es que ocurre a cada rato: gente que se odia se trata por cortesía o costumbre. Basta ya.

Yo seré el primero en ponerlo en práctica. Por eso, si no vuelves a recibir un correo mío, lo sabrás: no me caes bien y decidí dejar de mentirte.

Enviado originalmente el o8 de abril de 2oo8

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