Gracias Cadafe por favores recibidos

Al día siguiente de un apagón, me levanté para descubrir que todavía estaba sin luz. Amargado, me fui a trabajar como podía: con ropa arrugada, mal bañado y hambriento. En ese momento pensé en que la evolución del hombre se ha convertido en una esclavitud hacia los electrodomésticos. Un pensamiento que sólo pudo ser superado por la idea de tener que encontrarme en tales condiciones con Doris, la recepcionista.

Doris es una señora que debe tener como cincuenta, pero que gracias al cigarro aparenta setenta. Ella siempre está amargada y pasa la mitad del tiempo hablando mal de su marido, su mujeriego y borracho marido. La otra mitad del tiempo habla mal de su suegra. Si yo estaba molesto, no me imaginaba que la primera persona con quien debía hablar en el trabajo fuera con Doris.

Sin embargo, cuando llegué a la entrada Doris estaba muy sonriente, enseñando sus amarillentos dientes. Le pregunté por qué estaba tan feliz y me respondió que porque se había ido la luz toda la noche en su casa. Ya está loca, pensé. Pero entonces me explicó que como llovía, su esposo llegó temprano porque no le dio chance de pasar primero por la licorería. Entonces, como siempre, se pusieron a pelear por cualquier tontería.

De pronto, una explosión y una luz intensa iluminó toda la casa. Después, oscuridad. Muertos de miedo pensando en que estaban por morir y que esas eran sus últimos momentos de vida, se abrazaron como cuando eran novios. Entonces, se dieron cuenta que debían darse calor mutuo porque llovía mucho. Se miraron uno al otro y redescubrieron esa chispa que los había enamorado mutuamente. Luego, a la luz de las velas que usaron para iluminar la casa, comieron de la manera más romántica.

Por último, se asomaron al balcón, para ver la lluvia caer y cantaron, como lo hacían enamorados. Cantaron juntos y a capela aquella canción que los había juntado: Electricidad, de Lucero. "Electricidad, cuando tú me miras, algo sobrenatural, una sensación que me domina", o algo por el estilo.

Fue en ese momento cuando me di cuenta que muchas personas quizá son tan desagradecidas como yo. Que no sabemos aprovechar los momentos especiales que nos regala Cadafe. Me alegré por Doris y su borracho marido. Sólo me quedó desear que lo que Cadafe ha unido no lo separe el hombre.

Enviada originalmente el 26 de abril de 2oo8

No hay comentarios: