O sea, hello

Nunca entenderé porqué nunca he podido entender bien a los adolescentes sifrinos. Nunca los he comprendido del todo, ni siquiera cuando yo era adolescente.

Quizá es porque son demasiado dramáticos. Ser adolescente es muy difícil, debes exagerar todo lo que te pasa. Todo. ¿Te salió una espinilla en la cara? Nada puedes hacer excepto esperar la muerte. Tu cara nunca volverá a ser la misma. La depresión será mortal ante tanto cataclismo junto. Es el apocalipsis.

O tal vez es el hecho de que cuando dos o más chicas sifrinas se encuentran se vuelven muy gritonas. No pueden saludarse tranquilamente. Sus voces se vuelven más y más agudas mientras hablan y alargan las vocales finales para hacerlo más molesto. Ni hablar de las que aplauden al ver a una compañera aparecer.

Puede ser el hecho de que griten mucho. Todo, no pueden pasar desapercibidos. Tienen que hacer ruido y a lo grande. Uno sabe cuando un grupo de adolescentes se acerca a kilómetros porque se escucha la bulla.

Pero pensándolo bien, está el hecho de que quieren probar todo, pero todo lo malo para tratar de parecer mayores. Algunos comienzan a fumar pensando que se ven interesantes y mayores. Sin darse cuenta de que para los adultos terminan pareciendo lo que son: niños con cigarrillos en las manos, futuros pacientes de cáncer de pulmón.

Allí entran las muchachas de quince que se maquillan para parecer de 18 y se ponen tanto rubor que al final parecen unas payasas, unas payasas de quince años.

Sin embargo, lo que me podría molestar es su falta de vocabulario. No se preocupan por hablar mejor y todo lo dicen con groserías, por lo que no forman oraciones sino insultos. Dicen algo así como "Mira, mamag*evo c*ño de tu madre, pásame la g*evonada esa que está encima de la mi*rda aquella" y otro contesta "Noj*da, mar*co, no sé de qué va*na me hablas" Y así se entienden.

O sea, no los entiendo.

Enviado originalmente el 27 de octubre de 2oo8

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