Tu casa es mi casa

Ser una paloma es algo difícil. Todos te odian sin razón alguna. Además, debido a la deforestación, nos quedamos sin lugares para habitar.

La última casa en la que viví era un árbol cuyos frutos me daban diarrea. Y los cólicos y todo lo demás llegaba justo cuando estaba volando sobre algún carro o persona recién bañada. Son como laxantes a la vista.

Entonces, encontré el lugar perfecto: un piso algo frío pero habitable. Comencé a buscar las hojas para hacer un pequeño nido y los puse en mi nuevo hogar. Cuando estaba observando mi obra maestra, me di cuenta que un humano me observaba desde su nido. Me sentí algo incómodo, pero como estaba cansado me fui a dormir.

Durante los días siguientes, el humano me seguía mirando de manera obsesiva. Y lo peor es que lo hacía mientras comía con esos utensilios en sus alas desplumadas. Tan asqueroso.

Unos días después llevó refuerzos. Otra humana quien también comía de manera repugnante. Y me observaban. El voyeurismo en los humanos no tiene límite.

Al día siguiente, el malvado humano acabó con mi nido, que me había costado tanto hacer. No tuve otra opción que comenzar desde el principio a construir.

Esta vez me fui con mi hermano que es muy bueno armando. Así terminamos el nido en poco tiempo. Era todo muy cómodo hasta que ese humano nos comenzaba a observar.

No pude soportarlo más. La obsesión del humano por verme todo el día, todos los días me molestaba. Además era tan repugnante. Así que nos fuimos a vivir en otro piso cercano, abandonando el nido, literalmente.

Ahora estamos con unos vecinos que ni saben que existimos, aunque nosotros sí sabemos todo de ellos, no se pueden perder de vista.

Palomino

Enviado originalmente el 11 de agosto de 2oo8

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