El pegón


Una cosa que me gusta de los fines de semana es la oportunidad de caminar con mis perros por todo el pueblo. A ellos les gusta el contacto con el mundo exterior y a mí me gusta que hagan ejercicio. Como es un día libre, ellos pueden elegir el camino siempre y cuando no duremos más de dos horas caminando o comience a retorcerme de hambre.
Esa libertad ellos se la toman muy a pecho y caminan por donde yo no lo haría. En estos sábados ellos quisieron caminar por el jardín de una casa. No para sentir la grama o el viento en sus orejas, sino para orinar las matas.Yo accedí porque me gusta que marquen territorio.
Entonces comenzaron a caminar y orinar. Un señor limpiaba su casa cerca, le deseé buenos días y continuamos nuestra caminata. De repente, sentí algo que caminaba entre mi cabellera. Intenté tomar con mis manos al bicho y al alcanzarlo pude tirarlo al piso. Lo machuqué y machuqué. Listo, pensé.
Entonces, sentí un dolor punzante en mi cuero cabelludo. Un pegón. Lo halé y tiré al piso. La pisoteé hasta darle muerte. Miré a mis perros diciéndoles con la mirada "peguen la carrera"
Apresuramos el paso y volteé para ver al señor que seguía limpiando su casa. No paraba de preguntarme cómo podía seguir en su labor, sin inmutarse, sin ser afectado. ¿Qué le daba inmunidad a ese ser? Fue entonces cuando me percaté de que ese señor tenía una ventaja que yo no poseía.
Era calvo. Ese viejo afortunado. Seguro que no sólo se ahorra champú, sino que no se preocupa por los pegones de la vecina. Me dio una enorme envidia que no pude contener. Degenerado viejo pelón con tanta suerte.
Por eso he tomado la decisión de raparme el coco, puede que no sea hoy, puede que no sea mañana, pero algún día lo haré. Total, los genes me dicen que algún día quedaré sin cabellos de todas maneras.
Enviado originalmente el 17 de marzo de 2oo9

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