Farmacia Cuentos desde la cripta




Allí estaba yo, esperando en la farmacia para ser atendido. Todos los trabajadores parecían hacerse los locos. Solamente había una señora atendiendo mientras los demás se ocupaban de cosas menos importantes como ver la novela de las dos de la tarde.
Entonces, se acercó esta señora muy fea, vieja, despeinada, arrugada, pálida y con la expresión que debe tener alguien a quien le han quitado las ganas de vivir. Me pidió el récipe y se fue. Mientras se iba me di cuenta que la conocía. Me puse a pensar de dónde, de cuándo. La respuesta fue terrible.
La señora entrada en edad y que parecía estar al borde de la muerte se había graduado conmigo en bachillerato. Aparentaba como treinta-y-casi-cuarenta y debía tener veinticinco o veintiséis años máximo. ¿Qué le había pasado?
En ese momento mis pensamientos se volvieron un poco más egocéntricos. ¿Estaba yo tan viejo? ¿Debía saludarla y decirle que se graduó conmigo? ¿Por qué yo me veo al espejo antes de salir y ella no? ¿Qué le daba derecho a ponerse tan fea? (Más aún cuando nunca fue una belleza) ¿Por qué si su trabajo la pone tan cerca de pomadas revitalizadoras y multi-vitamínicos? ¿Qué excusa podía tener?
Es hora de poner los puntos sobre las íes. Nadie en este mundo que tenga mi edad debe ponerse en estado deplorable. Yo no podría decir: "¿Ves a aquella persona jorobada y doblada por allá? Estudio conmigo" No, me da pena ajena. ¿Qué pueden pensar los demás? Que yo también debería estar así o que tengo más edad de la que dice mi cédula.
Es tiempo de hacer un esfuerzo y comenzar a comprar cremas anti-arrugas, bronceador, cepillos para el cabello y recuperar las ganas de vivir. No te me pongas horrible. De lo contrario, nos encontraremos en un futuro, cinco años tal vez y me saludarás. Yo fingiré que no te conozco, que tengo amnesia o que sufres de alguna enfermedad mental.
Con respecto a la señora mayor que me atendió. Me observó de nuevo y algo debió encontrar en mi mirada que le hiciera recordar que somos de la misma promoción y que no me gustaba su aspecto. Pero yo no tengo la culpa de su falta de vitalidad, no puedo evitar sentir lástima por ella.
Alguien más me siguió atendiendo, alguien que no era de mi edad. O por lo menos eso espero, porque también tenía mal aspecto.
Enviado originalmente el 23 de marzo de 2oo9

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que imbecil. que cantidad de estupideces escribes. Debes ser retardado mental. Pudrete.

Ciro David dijo...

En algo tiene razón anónimo: Sí, escribo estupideces. De eso se trata el blog: de comentarios impertinentes y superficiales. ¿Qué esperabas?