Nadie se quiere casar conmigo



Ni yo con nadie, no hay que crear confusiones. La cosa va más o menos así: en estos días de ocio me encontraba yo leyendo noticias poco importantes, cuando una salto a la vista: cuáles son las profesiones más deseadas para contraer nupcias. Inmediatamente me dije "¡qué estupidez!", pero la leí.

Resulta que los doctores son los que se llevan la mayor parte de la torta. Todos quieren estar con alguien que salve vidas. En total, un dieciséis por ciento de las personas quiere casarse con un médico. Aunque no puedo hablar mal del asunto porque mi padre es médico y no le puedo desear la soledad a ninguno de sus colegas.

Los segundos en la lista son los educadores. Tan solicitados como mal pagados. Es increíble, la gente es muy interesada. Creen que por casarse con un profesor los hijos les van a salir muy listos y preparados. Bueno, sí, es posible, pero eso no quita el hecho de que existan profesores locos. Sí, esos que por tanto cuidar ovejas descarriadas terminan peor que una cabra. Mi mamá siempre me ha dicho un consejo que ahora te dejo para que lo tomes a futuro "el que anda con locos, loco queda"

De terceros están aquellos cuyo trabajo está relacionado con la tecnología y la investigación. No pienso hablar mal de estas loables personas, pues espero algún día graduarme de informático. Todos ellos merecen un chance en el amor, bravo por todos ellos. Dentro de algunos años las personas se enamorarán más fácilmente de mí.

Cada una de estas profesiones tienen un porcentaje de preferencia de 16, 14 y 10 por ciento, en el orden en que fueron nombradas. Y como si fuera poco, las profesiones que inspiran más confianza, es decir, aquellas que inspiran menos miedo a la infidelidad son los educadores y médicos, que suman 86% entre ambos. Las migajas para los demás.

Migajas, eso es lo que le quedan a los periodistas. Entre fablistanes, publicistas y actores suman un asombroso uno por ciento. No hay duda, damos lástima. Los periodistas estamos condenados a vivir en la soltería como los judíos estuvieron condenados a caminar durante cuarenta años por el desierto (cómo les hubiera servido un aparato con GPS) Somos el subsuelo de la pirámide del amor.

Puede ser que no salvemos vidas, ni descubramos asombrosos sistemas que ayuden a la humanidad, o que no educamos a niños problemas, pero informamos de aquellas vidas salvadas por los doctores, los inventos de los científicos y los avances de la educación. ¡Oh, por Dios, vivimos de las glorias de los demás! Somos unos parásitos. Con razón nadie se quiere casar con los periodistas, yo no podría pasar el resto de mi vida con alguien así.
Enviado originalmente el 14 de abril de 2oo9

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