Pelusso y el corte de cabello



Cada vez que veo a mi perro me convenzo de algo: es el perro más bonito del mundo. Después de verlo a él el resto de los caninos del mundo me parecen feos. Siempre ha sido así, excepto por aquel día cuando le cortaron el pelo.

Hace unos años atrás, el médico veterinario decidió cortarle el pelo para eliminar unos pequeños nudos que tenía. Yo acepté pensando que una rebajadita de aquí y otra por allá le darían una nueva apariencia a mi perro y los cambios son buenos.

Cuando fui a buscar a mi mascota me entregaron la de alguien más, una criatura pelada. Inmediatamente dije "Disculpa, eso no es mi perro" Pero me contestaron "No, este es su perro" Vi al animal una vez más y, como el personaje de Angelina Jolie en El Sustituto, acepté al animal con cierta duda.

Tome la cuerda y el perro desconocido corrió hacia mí. Miré a los ojos y me di cuenta que sí era mi perro. Lo habían dejado con el pelo tan bajo que ya no me era familiar, parecía otro, sólo sus ojos podía reconocer. "Bueno, puede que tal vez sí sea mi perro" dije y pagué.

Camino a la casa me costaba creer que alguien guardara tanta maldad como para trasquilar a un pobre animal. Ya en casa, mi hermana dijo que, en vista de que Pelusso es un poco gordito, parecía un cerdo.

Esa misma noche Pelusso no quiso salir de debajo del escritorio, pasó toda la tarde allí y no quiso comer. Preocupado porque mi perro aparte de estar pelado había perdido el apetito, decidí dormir en una colchoneta a su lado. A la mañana siguiente, lo encontré durmiendo sobre mi brazo. Se había levantado durante la madrugada para acompañarme.

Esa misma mañana regresé al veterinario para pedir explicación, no entendía qué le habían hecho a mi perro, pero estaba muy diferente. Entonces me explicaron que él se sentía diferente porque todos lo tratamos diferente, como un extraño y que lo correcto era continuar con la relación como antes. Seguí las instrucciones y funcionó, poco a poco retomó la confianza en sí mismo.

Con el tiempo, su pelo volvió a crecer, devolviéndole el aspecto de siempre. Entonces me di cuenta de que definitivamente era mi perro. Y si no lo era, ya era muy tarde: me había encariñado con mi nueva mascota.
Enviado el 13 de junio de 2oo9

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