Si los hombres menstruaran


Un día, Carmela estaba en sus días, con su humor volátil y miró a su esposo sentado viendo televisión. Le dio mucha rabia verlo tan tranquilo, tan pasivo ante su dolor en el vientre. Deseó por un momento que él también menstruara y sintiera lo que ella sentía. En ese instante pasó una estrella fugaz.

En la mañana, ella estaba un poco mejor. Despertó y sintió cierta humedad en la cama. Cuando detalló todo, pudo ver como la cama estaba llena de sangre. Lo que parecía ser la escena de un homicidio era en realidad su sueño hecho realidad: el hombre podía menstruar.

Cuando su esposo comenzó a quejarse del dolor, ella era feliz en silencio. Eso ocurrió hasta que fue a buscar unas toallas sanitarias y descubrió que no había ninguna. Él se las había gastado todas, sin reponerlas.

Al momento en que él regresó de comprar unas nuevas, Carmela se llevó una gran sorpresa. Él decidió comprar pañales para la incontinencia urinaria, pues tenían más espacio para llenar.

Al día siguiente, cuando Carmela llegó del trabajo se encontró a su esposo llorando desconsoladamente. Pensó que había ocurrido una tragedia, pero en realidad solamente había descubierto que era hora de hacer dieta y que estaba engordando. Estaba teniendo un drástico cambio de humor. Cuando ella le dijo que eso de que necesitaba adelgazar no era noticia nueva, lo empeoró todo.

Una semana después, Carmela despertó y vio la almohada llena de cabellos. Los estaba perdiendo a montones. Ella no sabía que la naturaleza, en su enorme sabiduría, necesitaba regresar el equilibrio a la humanidad. Carmela se estaba quedando calva.
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Publicado el 1o de marzo de 2o11

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