Gracias por fumar


Desde el 31 de mayo, en Venezuela está prohibido fumar en espacios públicos. Cuando me enteré de la noticia, me sentí feliz. Yo no fumo, ni planeo hacerlo. De hecho, me molesta la gente que le echa el humo encima a los demás.

Esa semana celebramos el cumpleaños de mi amiga Angélica, quien decidió que quería ir a una disco. Nada mal la idea. Así, por primera vez, íbamos a ir a un lugar nocturno libre del humo del tabaco. Sin embargo, no todo era bueno.

Es muy cierto que el humo que recibía -durante toda la noche- me hacía terminar oliendo a prostituta encarcelada. Pero la cosa no era igual. Para comenzar, la gente lucía muy mal. Al no haber nada blancuzco entre la multitud, podía ver con más claridad lo horrenda que estaban las personas. Eso me recordaba la máxima de mi abuela "para ver gente fea, sólo hay que salir de casa"

Mi visión, por un lado, estaba muy clara. Por otro, mi olfato estaba más agudo. Mucha gente saltando y brincando por horas solamente pueden generar un olor muy parecido a la de una jauría de monos bajo el Sol. Todos apestaban.

Mientras, afuera del local estaban todos los fumadores. Eso no es vida. Aunque no estoy de acuerdo con que la gente fume sobre mis fosas nasales, sí apoyo que cada cual puede morir como le dé la gana. Si ellos van a tener enfisema pulmonar, es su problema.

Y que sigan fumando. Prefiero oler el tabaco que a una masa sudorosa. Dejemos eso para la clase de educación física.
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Publicado el 23 de junio de 2o11

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