Pobre-hombre-solo-en-el-cine


A mí me encanta ir al cine. Me parece un entretenimiento sencillo, accesible y barato. Además, es el séptimo arte (que ni idea de los otros números), así que me culturizo. A veces voy acompañado y a veces no. No me importa.

Excepto claro, cuando la gente te ve con cara de lástima, como pensando "Míralo, lo han dejado plantado" Cosa que no es cierta. En estos días fui y me topé con la típica cajera:

-¿Cuántas entradas? -preguntó ella-
-Una para Río -contesté yo-
-Ok, dos entradas para Río..
-Una -la interrumpí-
-¿UNA ENTRADA! -gritó ella para que todos se enteraran-
-Sí, una -susurré inútilmente-

Ella no continuó conversando, pero su mirada se tornó en una tristeza infinita. Tomé mi entrada y me dispuse a hacer la cola.

Antes no veía películas infantiles solo, porque me parecía que ser el único adulto entre un montón de niños es algo característico de secuestradores de menores. Con el tiempo olvidé la idea. No es justo que solamente los pequeños tengan derecho a reír.

Ni que decir cuando la película es dramática, entonces me miran despectivamente, pensando "¿Y éste vino a llorar solo?"

Siguiendo con la historia, el muchacho de la entrada tomó mi ticket y me preguntó "¿Dónde está la entrada del niño?" Comencé a sospechar que ese pobre hombre, con ese trabajo tan agotador y con su sueldo mínimo debía estar comenzando a delirar. Eso hasta que un bebé de unos tres años chocó con mi pierna. Le expliqué al joven que ese niño le pertenecía a la señora de atrás.

Acto seguido, puso una mirada de incomprensión, como si le hubiera dicho que su canario murió, y me preguntó con una voz casi quebrada "¿Vino solo?" Ya en ese punto, me parecía ridícula la reacción general.

Aún así disfruté la película. Y lo mejor de todo es que gasté menos que todos los demás. Yo los miro con lástima porque no saben ahorrar.
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Publicado el o2 de junio de 2o11

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