Amigodicto


Era uno de esos días terribles, de terrible clima, terrible tráfico y gente terriblemente obstinada de esos días terribles. Llegué a la oficina cansado y apenas comenzaba la jornada. En el escritorio había tanto trabajo pendiente que provocaba tirarlo todo a una trituradora de papel.

Quería halarme el cabello, pero me lo había cortado muy bajo y no podía hacerlo. Como era el único en esas cuatro paredes, no tenía ni con quien hablar un rato y quejarme como mandan las leyes de la humanidad. Hasta que en mi GTalk apareció Mariana, mi amiga desde la universidad.

Le conté lo horrible que estaba la ciudad y ella me comentó que donde ella vive (a 100 kms de distancia) la cosa no estaba mejor. El tráfico era incluso más terrible y las personas estaban aún más obstinadas. Pronto me di cuenta que conversar era todo lo que necesitaba en ese momento.

Compartir con un amigo te aliviana la más pesada de las cargas. En cuestión de minutos, Mariana y yo estábamos bromeando sobre cualquier otra cosa. Mejoró mi humor y terminé mi trabajo con una sonrisa.

Estar rodeados de amigos bien vale la pena (aunque estén muy lejos) Te ayudan a ver la vida de otro color y a reír más a menudo. Son como la marihuana.
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Publicado el o8 de febrero de 2o12

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