Regreso a clases (cómo te odio)


Que se acaben las vacaciones es algo que siempre he detestado. No es algo que creo que pueda dejar de sentir en algún momento de mi vida. La cosa, segregada por edad, es más o menos así:

En preescolar. ¿Dejar de jugar y ver caricaturas todo el día para someterme a un horario estricto lleno de libros infantiles? Gracias, pero paso. Además, en esos salones los creyones sólo tenían colores tristes, como el gris y el negro. Esos nunca se acababan. Mientras, en mi hogar podía usar una paleta variada

En primaria. Como todo nerd que se respete, yo tenía mi propio séquito de bullies. En aquel tiempo uno no los llamaba así, con ese nombre tan anglosajón. Uno les decía idiotas y punto. Y no, nunca los extrañaba durante las vacaciones.

En secundaria. Nunca entendí esa necesidad de regresar al nuevo año escolar con un cambio de imagen. Sobre todo las niñas que decidían teñirse el cabello, llegar con uñas de medio metro de largo, lentes de contactos para variar el color del iris, con cinco kilos menos en la cintura, tres kilos más en maquillaje y mucho relleno en esos sostenes. Todos sabían que todo era falso. Para el final del año ya habían vuelto a su estado natural, para repetir el ciclo el siguiente grado escolar.

En la universidad. Después de pasar un semestre estudiando diez materias distintas, con poco tiempo para socializar o dormir, lo único que deseaba era que llegaran las vacaciones. Eran unas pocas semanas para regargar baterías antes de volver a comenzar. Y si decidía tomar materias en el semestre intensivo, ya quedaba en modo zombie por meses.

Ya de grande. Poder llegar al trabajo (y en general a cualquier destino) en poco tiempo, es algo que sólo puede suceder en vacaciones escolares. De resto, son unos diez meses llenos de tráfico infernal y adolescentes por todas partes, sin oficio y creyéndose los dueños del mundo (¿adivinen qué? no va a ocurrir si los mayores lo seguimos contaminando a un ritmo constante)

A cualquier edad. Hay algo que he podido detestar desde niño hasta adulto: esos pésimos comerciales de época escolar. Desde cuadernos hasta zapatos, no hay uno que no se salve de ser malo-malísimo. Todos tienen canciones mal hechas, historias incoherentes, ausencia de ideas, pésima dirección y -espero- poco presupuesto. Existe una competencia deslear por ver cual es el peor de todos. Spolier alert: todos son igual de malos.
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Publicado el 15 de septiembre de 2o13

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