Ya no voy a discotecas (mis 9 razones)

No estoy seguro de cuándo pasó, pero eso de salir a discotecas ya no va conmigo. No sé si tiene que ver con la edad o con el hecho de que cada día soy más tacaño. Tal vez ambas e inclusive. Lo cierto es que ya no me apetecen. Ya me habían alertado que eso pasaba, pero no lo había aceptado hasta que ya fue muy tarde. En fin, he aquí mis razones:

Esa música tan alta. O sea, ¿qué pretenden? ¿Dejarnos sordos a todos de manera prematura?  Y tienes que gritar para que la persona de al lado te escuche. Al bartender tienes que hablarle tan cerca que prácticamente es una cita.

Esa mala música. No quiero sonar como un anciano, pero ¿qué ha pasado con la música hoy en día? Toda suena igual y ninguna tiene una lírica decente. No hay ninguna que no hable de sexo y de hacerlo todo esa misma velada. Para ser más explícito: suma "Esta noche" + "Tu cuerpo" + "Muévete" + "Tócame" + "Alza los brazos" + "Tu boca" + "Mami" y ya tienes una canción actual.

Esos tragos tan caros. ¿Sabes cuánto cuesta un mercado? Si tu respuesta es positiva, entonces sabes que los tragos en las discotecas son demasiado costosos. Si una bebiba cuesta tanto como un desayuno para dos, entonces no, no vale la pena. Y lo peor es que tampoco te puedes ir por lo economico porque son mezclas baratas que te causarán un dolor de cabeza con sólo su olor.

Ese desvelo. Yo tengo que despertarme temprano siempre. No soy de esos que se levantan al mediodía. Y no me puedo dar el lujo de tener sueño todo el rato. Además, no tengo la cara de alguien a quien se le ve bien el desvelo ¿Sabes qué es feo? Un nerd trasnochado.

Ese dolor de todo. No hablo del dolor de piernas que le da algunos por tanto bailar, sino de todo el cuerpo. Si tu pareja no te pisa los pies, la pareja de alguien más lo hará porque el espacio en las pistas es muy reducido en comparación con la cantidad de asistentes. Y como son muchos, hay de todo: patadas, codazos, espaldazos, cabezazos. No es de extrañar que al día siguiente tengas hematomas hasta en las pestañas.

Esa gente borracha. El alcohol afecta a las personas de diferentes maneras y a algunas de peor forma que a otras. Y yo no tengo problemas con que alguien se emborrache cerca de mí, pero ¿por qué tienen que conversar conmigo y creer que lo que dicen es coherente? y ¿por qué me tienen que meter mano?

Esa ropa que te queda tan bien. Ir a una discoteca es sinónimo de vestirse bien, sino no te dejarán pasar. El problema es que esa ropa que tan bien te queda y que, probablemente, te guste mucho, termina sudada, sucia, con machas de licor y otras sustancias. Y la ropa que me gusta no está para ser maltratada de esa manera.

Esos prepúberes bailando. Hay discotecas que parecen un kindergarden. Da la sensación de que es un lugar para que los padres dejen a sus hijos. Son todos tan jóvenes, pero no del tipo legal, sino del tipo que todavía pinta con creyones y se sale de la línea.

Esa suciedad. Cuando uno es un chamo, poca importancia le da a qué tan limpia está la discoteca. Pero a medida que uno va madurando, se hace preguntas trascendentales, como ¿alguien ha pensado en pasarle una mopa a este piso?, ¿por qué el baño tiene orine en todas partes? y ¿qué es esta cosa pegajosa en las paredes?
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Publicado el o9 de marzo de 2o14

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