La vida sin WhatsApp


Tengo una costumbre diaria: mandarle a mis amigos chistes malos. Es una forma de recordarles que sigo vivo y que estoy allí para torturarlos. En estos días, estaba en mi tarea diaria, cuando WhatsApp me bloqueó porque "le había enviado mensajes a personas que no tenían mi número guardado en su agenda". La pena era 4 horas sin usar la aplicación y la vergüenza de saber que hay personas que no se molestan en guardar un espacio para mí en su teléfono.

Mientras cumplía mi condena, incomunicado, recordé un texto que mi amiga Maya me recomendó hace algún tiempo. Se llamaba "Hay vida después de WhatsApp" o algo así. Se trataba de un hombre que había desinstalado la aplicación del teléfono y comenzaba a ver la vida diferente. Estaba aplicando la máxima de "conversación-en-3-D-y-sin-WiFi"

Lo interesante es que el autor decía que la mayoría de los chats en WhatsApp eran irrelevantes y muy pocos eran importantes. Y yo puedo defender y apoyar su postura.. hasta cierto punto. Es decir, si todas tus charlas representan un punto crucial y un giro inesperado en tu vida, lamento informarte que vives en una telenovela de Delia Fiallo.

Claro, una forma más fácil de detectarlo es si ves que todas las personas te hablan dándote la espalda y mirando hacia el infinito (Marimar ModeOn), si has caído en prisión por un crimen que no cometiste o si te han lanzado por las escaleras de una mansión últimamente.

Las conversaciones convencionales tienen que estar llenas de temas sin importancia. Debemos reírnos y decir cosas que nos llenen la cabeza de sinsentidos. Así son los diálogos realmente importantes en nuestras vidas. De esas que recuerdas diez años depués y todavía te hacen reír.

O quizás sea solamente yo, quien esté llevando una vida absurda y por eso segí mandando chistes, una vez cumplida la condena de 4 horas.
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Publicado el 21 de abril de 2o16

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